Dicen que la vida es como un tren que va parando a lo largo de muchas estaciones, y en la cuáles siempre hay gente subiendo y bajando constantemente, para acompañarte durante casi todo el recorrido, o en un breve trayecto. Nuestro viaje siempre comienza con nuestros padres y hermanos de la mano, y nuestros familiares más cercanos, tíos, primos, en la que se nos presupone la etapa más feliz de nuestra vida, comer, dormir, jugar... Luego vamos agregando a nuestros primeros amigos, esos compañeros de colegio que nos acompañaran durante toda nuestra infancia, y con algo de suerte, aunque alguno se quede en el camino, hasta nuestros 16 años aproximadamente, donde ya cada uno comienza a elegir, el principio del resto de nuestras vidas. Entramos en esa edad, donde nuestros mejores amigos son los únicos que tienen la razón, y el criterio más valioso, y nuestros padres quedan relegados a un segundo plano, porque por supuesto, ¡qué van a saber ellos de la vida! Etapa de decisiones complicadas,
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Cuando un beso tuyo rompe, como las olas restallando contra los acantilados, el aroma a salitre y a mar inunda las estancias de mi casa, estremeciendo mis sentidos llenos de música.
Es un beso. Un simple beso. Es una caricia que eriza mis cabellos de la misma manera que tu voz al pronunciar mi nombre. Es un terremoto que agita brusca y súbitamente mi alma.
Es un beso, un sencillo y escueto beso… Y la humedad de tus labios refresca como a un viajero un manantial en el desierto. UN sofoco, una arritmia, un desvanecimiento… Y me siento en la nube de tu lengua divisando el horizonte, esperando al amanecer, deseando ver al sol en su cénit.
Es un beso, es un simple beso que me empuja a tu regazo, que me abraza y no me abarca, que me invita, que me anima. Y siento cómo mi cuerpo yace entre las olas, ahí en las playas de Utopía, como un viajero náufrago, perdido y abandonado a merced de la marea.
Y es un beso, un simple beso que incita a mi mente: El sonido de un piano, el humo del tabaco; son mis manos manchadas de tanto escribir que desean abrazar y acariciarte como un padre a su neonato.
Es un beso, un simple beso; tan menospreciado por tantos amantes como anhelado por mi boca. Un beso exprimido que se prolonga en el tiempo estirándolo y deformándolo, que me lanza al vacío despidiéndome hacia lo alto para después aterrizar en un prado de jara primaveral, con el vals que nos brindan las golondrinas.
Y abro los ojos despertándome de mi sueño, mirándote a la cara, observando tus ojos azules, y cayendo en la certeza de que solamente ha sido un beso, un simple y sencillo beso.
"El hechicero"