Ese mágico día del año.

Hoy sales a la calle y encuentras todo lleno de lazos de colores, moñas de regalos, papeles, todo aquello que ha servido para envolver ilusión, fantasía, y un millón de sueños de infinidad de niños.
Juguetes que disfrutan hoy, con suerte mañana si no van al colegio y que luego vuelven a arrinconar en cualquier habitación de casa, hasta que vuelven a recordar que están ahí, porque evidentemente, sólo se quedan con aquél que más ilusión les ha hecho, y los demás quedan relegados a un segundo plano, pero esa es la tradición, año tras año se repite, pero aún así los Reyes Magos no escarmientan y vienen cargados de excesivos regalos que a veces los niños no valoran porque ya tienen demasiados.
¿Dónde está el límite?, ¿quién lo marca?, da igual, si a el vecino le llegan 3 a mi hijo, han de llegarle 5, y así sucesivamente, ese afán consumista y derrochador, que desgraciadamente, no contribuye a hacer del día de Reyes un día más dulce, ni de nuestros hijos una infancia mejor.

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